viernes, julio 22, 2011

Eres tú

El sol pegaba con todas sus fuerzas y ahí estaba yo, mirando mi sombra moverse en el pavimento y preguntándome si tu también perdías dos minutos al día recordándome.

Después de ordenarle a mi mente pensar en algo más, llegué a mi casa, me boté en la cama y  encendí el computador. Empecé a buscar un archivo que necesitaba con urgencia en “Mis documentos” y vi otro que captó mi atención: “Dejarte ir”. Pensé que era algo que había escrito y lo abrí para quitarme la duda, pero se me removió el estómago al leer tu nombre como autora del texto: una crónica que me habías enviado para que revisara redacción y ortografía. Recuerdo que insistí mucho para que me enviaras el texto y casi a regañadientes lo hiciste.
Siempre se dice que el amor jamás es totalmente correspondido y siempre pensé que era yo quien te amaba más, pero al leer tus palabras supe que el silencio y la lejanía que tanto me dolían eran tu intento desesperado para olvidarme. Supe que me amaste tanto o más de lo que te amé y supe que vivimos con la misma nostalgia del amor imposible.
"He intentado enamorarme de nuevo de personas distintas y parecidas a él", sentenciaste en ese mar de palabras. Igual para mí ¿Cómo hacerlo si aún no me estrello con el despecho del todo? ¿Si todavía levito de amor por  ti? Como tú, he fracasado en el intento de no pensarte, pues la belleza de una noche estrellada o de un prado iluminado por el sol radiante siempre me recuerda a ti, pues eres aquello que le  falta a mi mundo para que sea perfecto.
Como lo escribes tú, "dejarte ir es un intento fallido". Ya no hago ningún esfuerzo por sacarte de mí, pues conservar tu recuerdo en mi corazón me hace suspirar de amor, me hace sonreír, me hace vivir. Si lo lograra algún día, me sentiría incompleto y haría lo mismo que Joel, tratando de guardar a su amanda Clementine en el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.


No sé si me vuelva a enamorar, pero si lo hago, ese nuevo amor no sustituirá el tuyo, pues hay miles de formas de amor, coexistentes e irreemplazables. Y si no es así, si esa máxima es una utopía, entonces no me queda más que creer en esta otra: el único amor verdadero es el primero, eres tú.